Somos luz

21 Jul 2022

Mi esencia está en el campo uruguayo.

Nací y me críe en uno de los mejores estudios de fotografía, en donde hasta mi padre me gritaba desde lejos que ya había salido la luna en el horizonte, o me avisaba que el colibrí venía a visitarnos de nuevo. Cuando pasaban esas cosas él y yo sabíamos que se venía una muy buena foto, un momento especial.

La fotografía tiene que tener sentimiento, imaginación y un muy buen ojo.

Se pueden tener varios estudios, mejorar las técnicas, aprender de las nuevas tendencias, leer sobre temas nuevos, y muchas cosas más, pero como la mayoría de los lenguajes relacionados con el arte, la fotografía debe de tener sobre todas las cosas: sentimiento, imaginación y un muy buen ojo. De nada sirve el tecnicismo si no tenés esa sensibilidad, ni una buena cámara puede ayudarte si no tenés dentro de ti el ojo que capta la verdadera esencia de las cosas que suceden.

Como artista puedo decir que esa sensibilidad vino conmigo desde que nací, y durante mucho tiempo no me cuestioné ese sentir.

He disfrutado de varios lenguajes del arte, experimentando y conociendo todo lo que hay en el mundo, sin embargo, cuando llegué a la fotografía a causa de mi ojo, pude entender que mi sistema ocular siempre vio las cosas de manera diferente.

En aquel momento entendí que mi entorno era hermoso, podía tomarle foto a todo lo que me cautivaba, podía pasar horas con la cámara hasta que se quedara sin batería, tomando más de 100 fotos en unas horas y editando otras tantas horas más. Aún tengo en mi computadora más de 20,000 fotos y de todas me acuerdo perfectamente, incluso de aquellas miles que con el tiempo perdí.

La fotografía tiene dos caras, o tienes todo el tiempo necesario para planificar una muy buena foto, o te agarra en la escena sin cámara.

Como fotógrafa disfruto de la luz, he tenido la oportunidad de detenerme a admirarla dentro de nuestras vidas. Sé perfectamente cómo giramos con el sol, a qué hora sale la luna, la importancia de las nubes con el entorno y cómo el cielo cambia según la estación. La fotografía tiene dos caras, o tienes todo el tiempo necesario para planificar una muy buena foto, o te agarra en la escena sin cámara y lamentándote toda la vida ese fotón que te perdiste. Aún recuerdo aquella superluna naranja de una noche de verano en 2016 saliendo desde el borde del Río de la Plata sobre la rambla de Montevideo, en donde todos mis amigos estaban escribiéndome: “Sacale foto, la luna esta tremenda.” Y yo obviamente sin cámara en ese momento, lejos de ella.

Con el tiempo, si te dedicas a esto de lleno conoces otras perspectivas del lenguaje, como el encuadre, horizontes y las sombras. Donde hay luz hay sombra y que lindas son las sombras.

Te tomas el tiempo de apreciar texturas y colores, personalmente me gustan mucho los colores, mis ojos ven cierto grado de color que ojalá nunca se acabe, porque es un nivel de saturación que me da vida. Cuando ya estás muy dentro de esto el ojo básicamente es una extensión de tu cámara y es así que toda escena la imaginas con ciertos desenfoques, los bokeh de un lente fijo o ves la luna con un zoom y las montañas que están a cientos de kilómetros los traes bien cerquita con un tele. Puedo decir que he pasado por varios capítulos, es la ventaja, algunos los elegí otros de dieron.

Vengo de la esencia del Uruguay, en donde el campo me dio grandes escenarios y protagonistas, con capítulos inolvidables junto a mi caballo y mi gato, rodeada de una flora y fauna tan abundante y real como los cielos y la tierra. Veo a Montevideo como una de las ciudades más bonitas de América del Sur, y me siento afortunada de haberlo retratado al máximo tanto como lo viví.

Capítulos de aventura y enseñanza.

También he pasado capítulos de fantasía, creando escenarios ficticios, normales para mí, anormales para los demás, algunas ventajas del arte. La época de la fotografía analógica la recuerdo como la enseñanza pura, el núcleo de la fotografía, en donde sacar fotos en blanco y negro va mucho más allá de químicos, laboratorios y horas de revelado.

En México experimenté uno de los capítulos más interesantes de mi carrera al tener que retratar cadáveres para fines médicos. Una experiencia interesante, irrepetible y llena de aprendizaje sobre la esencia de la vida. En otros momentos pude saborear México desde otras perspectivas, como la poesía de sus platos, los colores de su entorno, la magia de su gente y la belleza de sus paisajes.

Pero ahora Happy se ha convertido en mi capítulo de aprendizaje, en donde puedo pensar e imaginar el proceso de cómo darle vida a una simple hoja A4, un par de tarjetas de presentación, un vaso, una botella, una libreta, etc. Todo con la finalidad de retratar el packaging de una marca. Esto es un capítulo nuevo, entretenido tanto más que interesante, al final siempre se ha tratado de hacer de mi trabajo algo divertido.

La foto no se queda solo en la cámara, es la dicha de apreciar la imagen en una pantalla grande luego, revelar mi RAW y quedar satisfecha, y aún cuando no me siento así siempre está mi amigo Photoshop, que complementa con materiales gráficos.

Y en Photoshop no termina la cadena, finalmente sigue en Illustrator acondicionando cada imagen para cada ocasión. Veo la fotografía como puente a otros lenguajes, personalmente tomo la fotografía como composición para el contenido audiovisual.

Sí pudiera editar mi vida, haría recortes, pondría en loop pila de momentos, le pondría transiciones a los cambios abruptos, pondría cámara rápida a los momentos difíciles, y cámara lenta a los emocionantes, musicalizaría cada momento, y le pondría animaciones a cada ritmo. Veo la fotografía como un lugar infinito de posibilidades y variantes donde todo es posible de registrar.

Creo aún en emocionarme al ver algo y parar todo para tomarle una foto, también creo en frustrarme cuando algo no sale, pero confió en tener la certeza de que llegarán nuevas oportunidades después. Creo en contemplar, en observar las pequeñas cosas que todo mundo puede ignorar y en imaginar tantas otras más.

Creo en la fotografía como un motor que te mueve, ya que una de las razones de pisar el suelo mexicano fue el encontrarme por primera vez con las montañas tan grandes que siempre soñé, con aguas espléndidas y una excelente gastronomía, pero también para darme cuenta, que el cielo turquesa solo existe en Uruguay.

Betiana Correa

Visual Producer

Compartir


Te puede interesar