Edición 10 años
Tiempo después de terminar la carrera, la Ciudad de México me recibió entre un brote de humo natoso y la glamorosa vida del publicista. Una pasarela de ideas y egos, y de despertares tardes y noches terminadas a destiempo derrochando talento, todo para el consumo brutal de lo que las personas a veces nos necesitamos en realidad, pero ese será tema de otro blog. Cuento esta anécdota porque me maravilla la idea de que en tan poco tiempo la vida se vuelca hacía donde nunca pensabas. Es una anécdota que no solo definió mi camino sino que trazo esta historia de vida.
Porque está la responsabilidad de tomar una decisión, basada en quién sabe qué, pero que una vez que viaja de la cabeza y la filtra el corazón, la boca emite la factura. Y con el miedo de los pensamientos y sentimientos alborotados, y el pavor de perder la cabeza, el tiempo, a las personas, la computadora, la cartera (porque recordemos que ya somos inquilinos de la hoy CDMX) y todo cuanto uno carga, no queda más que confiar brutalmente en que será una buena decisión.
Dicho esto de paso, la vida en agencia me enseñó una cantidad innumerable de retos, procesos e ideas, y me presentó amigos, colegas y gente que inspira.
También me enseñó, y es lo que más agradezco, qué es lo que en realidad no quería para mi vida. No estaba dispuesto, creía yo en ese momento y hoy lo sostengo, a una vida sin descanso para trabajar para algo que no fuera mío. Noches, madrugadas y desvelos que no te regresan la salud mental y la del cuerpo. Cagadas, regañadas y mentadas de madre por cagarla con un spot de radio y uno que otro error ortográfico. A todos nos pasa. En fin, me di cuenta de que es verdad de que el futuro no existe, pero mi presente de cada día necesitaba tener la vitamina de libertad y movimiento que mis pies, mi cabeza y mi corazón necesitan para vivir.
Regreso a la ciudad trazada por los ángeles, entro a trabajar a un paraíso universitario con un gran sueldo, grandes metas y una ilusión desbordada de chamaco en navidad. Sí, ese lugar que en estos tiempos pandémicos, el gobierno se la quiso robar a otros ladrones que ya se la habían robado antes por mucho tiempo y muchos años, pero ese es otro pedo, y no es mi pedo. Gran gran lección de la vida: ni el dinero, ni los puestos, ni las jerarquías ni la plaza de las banderas te van a dar la libertad, la felicidad ni el trabajo soñado.
Agradezco ese momento y ese lugar porque me abrió el panorama, los ojos y las ganas de levantar el vuelo.
Me dio la oportunidad de formar un equipo y aprender a dirigirlo cómo podía o creía que se hacía, pero que hoy la pieza más importante de ese equipo es mi socio.
Hoy 10 años después de ese “tropiezo” maravilloso y encantador, la vida es buena, próspera y llena de diseño. Happy es el nombre que escogimos para el proyecto de vida, porque aunque sabemos que la felicidad no llega plena y completa jamás, nosotros entendemos que es un estado mental, un estado de conciencia donde no nos queda más que plantar los pies, abrir los ojos, escuchar tus pensamientos y sentir tus latidos, pero los de hoy, no los de mañana ni los de ayer, los de hoy.
Happy un joven adulto el día de hoy que pasó por una pubertad llena de desconocimiento y errores, una adolescencia dura, compleja y confusa, y una madurez que al día de hoy nos sigue mostrado que todos los días se aprende. Dios quiera que hoy las carreras de diseño y afines, les estén enseñado a los futuros profesionistas qué es un estado de resultados, un balance general, un modelo de negocio; cómo cobrar, cómo cotizar, cómo estructurar una organización; qué es un prospecto, un KPI, un OKR, un CRM, y hasta qué es un maldito objetivo. En fin, que les enseñen las piezas básicas de una empresa.
Hoy nos toca sostener, nos toca enseñar, desaprender y volver a aprender. Es hermoso aprender, y lo es porque hoy están esos que nos dislocan el pensamiento, que nos deslumbran con esa flor tan dedicada y pura llamada talento. Esos que trazan con pociones y deslices mágicos las ideas que relevan lo afortunado que es Happy con ellos, un equipo de edición limitada, un cúmulo de estrellas fugaces que abruman la negrura de los negativos y prenden la bengala de lo nuevo. Genios. Talentosos. Admirados nuestros.
Gracias Félix, gracias Jeremy, gracias July, gracias Ale, gracias Ro, gracias Bet, gracias May y gracias Lupita.
Gracias Happy por estos 10 años.