Siempre había creído que el propósito primordial y el mayor éxito en la vida, o bueno, al menos en la mía, era ser la diseñadora más exitosa y reconocida.
Pero con el pasar de los años, la misma experiencia y la disputa constante entre lo que piensa la mente y lo que siente el corazón, me han enseñado que es una meta que pasa muchas veces a segundo plano, y no porque no sea necesaria, sino porque con la madurez de la vida misma me he dado cuenta de que aprender de los errores y el hacer de la rutina diaria algo divertido es fundamental, y hasta cierto punto, más importante.
Recuerdo que hace varios años, el último día de la preparatoria para ser exactos, nos aplicaron un ejercicio en el que se nos preguntaba ¿Cómo nos veíamos en el futuro? Tengo muy presente el haber puesto la ingenua y ocurrente respuesta de: “Me veo en una casa grande con un extenso jardín en el campo. Con un lindo esposo y tal vez tres hijos. En el ámbito laboral, seré una diseñadora reconocida internacionalmente, haciendo colaboraciones con grandes marcas y dirigiendo mi propia empresa, en donde solo trabajaré por gusto”.
Bien dicen que si quieres ver reír a Dios, le cuentes tus planes.
Y es que han pasado exactamente diez años desde ese día, y para ser sinceros, no ha sucedido ni la mitad de lo que escribí en aquella poética y poco realista wishlist, pero ¡Vamos! Como he disfrutado el camino.
Si pudiera decir cuál es la clave para el crecimiento profesional, dejando de lado lo obvio; la búsqueda de aprendizaje, la constante práctica, el salir de la zona de confort, etc. Diría que es disfrutar el camino. Claro, a veces el viaje de la vida puede tener una calle en línea recta y con el mejor clima del mundo, pero sin duda, la mayoría de las veces tendrá zona de curvas y estará lloviendo. Creo firmemente que el éxito personal no se logra siendo el diseñador más reconocido, tener un libro autobiográfico o “trabajar nada más por gusto”, se logra más bien, estando en ese viaje de vida rodeado de personas que se sientan orgullosas de cada paso, que des por más mínimo que sea y de sonreír y disfrutar cuando empiece a llover. Se trata de aprender a caer y levantarse, a perder y también a saber ganar, de disfrutar los momentos buenos y de saber dejar atrás los malos, y lo más importante es tomarlo siempre con la mejor actitud y, ¿Por qué no? Con una buena playlist.
A diez años de aquella lista ahora sé que el departamento en el que vivo es un hogar “gigantesco” de dos habitaciones y una mini cocina, pero con un balcón que cualquier castillo envidiaría. Las personas que me rodean, además de ser mis compañeros de viaje, me aman, me apoyan y están orgullosos de mí. La agencia en la que trabajo hace que la rutina laboral sea divertida y hasta me saca varias carcajadas al día. Diez años después, he aprendido cosas que nunca imaginé, he conocido a gente tan talentosa que es digna de admirarse, he absorbido y aprendido todo lo que he podido, he crecido inmensurablemente y aunque aún no haya cumplido en su totalidad esa lista, ahora sé que tengo la madurez y la capacidad para lograrlo porque mi mente y mi corazón han aprendido a llevarse bien.