Casi desde que tomamos la decisión de estudiar diseño gráfico, publicidad o algo por el estilo, escuchamos las mismas frases una y otra vez.
“Ya te veré como cajero del Oxxo”, “¿Cuánto me cobras por un logo?”, “¿Me haces mis tarjetas de presentación?”, “Oye, ahora no habrá paga pero se vienen más proyectos y cosas chingonas”, “Me gustaba más la propuesta del inicio”, “Te pago el otro mes, por que he tenido gastos” “Me gustaría ver algo más garigoleado” y claro, la vieja y confiable “Métele más diseño”.
Es normal que de tanto escucharla llegue a ser frustrante y estresante, pues el significado es muy confuso; ¿Cómo que más diseño?, ¿Necesita más color? ¿Más elementos? ¿Más texto? ¿Hay mucho espacio en blanco? Es difícil interpretar qué nos quiere decir nuestro cliente, aún más cuando para nosotros el resultado del gráfico tiene todo el potencial y estrategia aplicada, así sea un logotipo, un cartel, o cualquier pieza visual en la que pusimos pasión y paciencia.
Inicialmente podemos pensar: “El cliente tiene mal gusto”, “Es muy necio”, “No entiende de diseño”, “Se casa con sus ideas”, “Debería confiar más en quién contrata” “No entiende de branding, de publicidad etc”. Muchas veces esos comentarios o pensamientos salen directo de nuestro ego, con arrogancia en pensar que una persona que no estudió diseño o algo afín no puede tener sugerencias que superen o aporten al diseño, o simplemente que es difícil que el cliente tenga mejores ideas que las mías.
Sin embargo, el diseño es una materia subjetiva y democrática.
En donde cada persona de acuerdo a su cultura visual e idiosincrasia define para sí mismo y para su colectivo social qué es lo estéticamente correcto. (La belleza está en los ojos de quien la mira) olvidando en muchas ocasiones el lado funcional del proyecto al que se le aplica comunicación visual, por estas razones la argumentación y la estrategia son herramientas poderosas y fundamentales para el profesional del diseño.
Es un comentario con el que nuestro cliente nos dice que no alcanzamos las expectativas que tenía de nuestro trabajo y que le gustaría ver otra solución gráfica y esto puede deberse a diferentes factores como un mal brief, una comunicación deficiente con el cliente, no tener bien definido el objetivo de comunicación, mala argumentación del proyecto, carencia de habilidades técnicas, o puede ser que sí tenga mal gusto.
Es verdad, el cliente no siempre tiene la razón pero ¿Qué pasa cuando si la tiene?
Cuando una de sus ideas hace que el diseño mejore, crezca o simplemente se vea más cool, y claro que es un escenario probable, aunque nuestra idea y ejecución sean muy buenas, siempre habrá un espacio para mejorar, por lo que hay que tener la mente abierta y perceptiva hacia nuevas ideas y conceptos. Es entonces cuando es válido pensar; ¿Exploré todas las posibilidades?, ¿Probé muchas paletas de color?, ¿Utilicé la tipografía ideal?, ¿Llegué a la idea que me hace sentir seguro de presumirla?
Así que cuando vuelvas a escuchar “Híjole, le puedes meter más diseño” puede ser una oportunidad para reflexionar, para volver a leer el brief, para tener una comunicación más personal, para pulir tus skills y para identificar y fijar mejor tu objetivo. Probablemente podríamos ampliar nuestra visión pausada en la zona de confort, podríamos abrir la mente a caminos inexplorados, encontraríamos nuevos degradados en los cielos crepusculares, descubriríamos nuevas estrategias para llegar al mar, tal vez podríamos aspirar nuevos olores memorables, probar sabores vibrantes, ver diferentes perspectivas del mismo horizonte, conocer profundamente a las personas e incluso podríamos escribir nuestra historia con una tipografía diferente, entonces si es así, puede ser que meterle más diseño no sea tan mala idea ¿No crees?