Cada que visito a mis padres y me preguntan cómo me va en el trabajo aparece el mismo comentario: “Tanto tiempo dedicado al estudio y no estás aplicando tus conocimientos”.
En parte tienen razón, a mi corta edad de dieciocho años tuve que elegir qué estudiar para dedicarme a trabajar en eso de por vida. ¿Qué iba a saber a esa edad?
Era inmadura y lo único que quería era tener un poco de libertad. Recuerdo que agarré una revista con todas las universidades del país y empecé a ver qué carreras no se encontraban para ese entonces en mi natal Oaxaca, primer error. Leí “Nutrición y ciencia de los alimentos” y me llamó mucho la atención, empecé a buscar todas las ofertas educativas y me cautivo el plan de estudios de una universidad en Puebla, así que, presenté el examen de admisión, me inscribí y me fui de Oaxaca, pensando qué regresaría a vivir cuatro años después, lo intenté, no funcionó.
Tuve una corazonada al tercer semestre, cuando no me estaba gustando la carrera en nada, pero desafortunadamente no fui lo suficientemente valiente para escucharlo, de ser así me hubiera tardado dos años más estudiando pero ahora sería Arquitecta, en fin, no lo hice y ya está.
La May de universidad no sabía todo lo que sabe la May de ahora y esta bien.
Terminé la universidad, regresé a Oaxaca, comencé a trabajar en servicio de alimento para gobierno, un asco, pero tenía trabajo y mis padres no entenderían si solo lo dejaba, así que comencé a buscar una maestría, a ver si terminaba de convencerme de lo que había estudiado, segundo error. Busqué becas, presenté exámenes y regresé a Puebla a estudiar “Maestría en Ciencia de Alimentos” pensando que resolvería algo, solo perdí dos años de mi vida.
Me gradué y lo único que tenía claro era que después de vivir seis años fuera de casa de mis padres no podría regresar, así que busqué trabajo y empecé a laborar en el peor trabajo de mi vida, comedores industriales. Fueron meses difíciles, recuerdo que lloraba en el trayecto al trabajo, finalmente el martirio terminó, dejé el trabajo sin tener uno nuevo, no lo hagan.
Recuerdo que tenía un pequeño ahorro en mi cuenta bancaria, ese dinero me alcanzaría para tener tres meses de respaldo en lo que encontraba otro trabajo y empezaran a pagarme, pero mi coche se descompuso en la primera semana de desempleo así que tuve que repararlo y solo me quedó lo equivalente a un mes de ahorro o regresar a casa de mis padres.
Recuerdo que me estresé demasiado pero aunque no lo crean fue lo mejor que me pudo haber pasado (en ese momento no me daba cuenta).
Empecé a buscar trabajo desesperadamente y dos semanas después era la administradora de un negocio dedicado a la renta de mobiliario, planeación de eventos y florería, no era para nada algo relacionado con nutrición, pero por primera vez escuché mi instinto, me decía: “Es por aquí, confía.” primer acierto.
Aprendí a organizar todo el negocio: tiempos, rutas y principalmente capital humano; combinar colores, texturas, pago de nóminas, facturaciones y a querer a las plantas, por primera vez era feliz en un trabajo.
Año y medio después me cambié de trabajo, ahora como asistente del director de marcas para un corporativo restaurantero muy grande de México, ahí me enamoré del interiorismo (y de mi esposo), viaje por todo México, hice amigos de por vida y conocí personas que no frecuento más, ha sido el trabajo en donde más he aprendido y personalmente donde más crecí. Tres años después volví a cambiar de trabajo, seguí aprendiendo, ahora a trabajar con proveedores y organizar tiempos de ejecución, me convertí en mamá.
Dejé de trabajar, llegó la pandemia y me dediqué al hogar y a ser mamá de tiempo completo.
Es el trabajo más agotador que he tenido, no hay remuneración alguna y ahí sí qué trabajas los 365 días del año; hasta que por salud mental regresé a la difícil búsqueda de trabajo, esta vez más consciente de que quería y completamente decidida que a nutrición solo la aplico en casa de vez en cuando. Me gusta organizar, si le preguntas a mi esposo a veces lo hago de más, todo este tiempo lo he hecho, así que busqué vacantes de Project Manager y encontré a Happy. Curiosamente y por vueltas de la vida ya conocía el trabajo del estudio y ellos a mis antiguos jefes, la realidad es que no parece pero Puebla es muy pequeño.
De vez en cuando, mis padres aún siguen cuestionando lo que hago, la realidad es que ahora estoy tranquila, segura y no me pesa cuando empiezan a preguntarme el por qué o a darme sus argumentos, los respeto, pero la realidad es que prefiero trabajar en lo que me gusta, levantarme contenta todos los días y no vivir infeliz si me dedicará a la nutrición, que desde mi punto personal no me aporta esa satisfacción día con día.
Si pudiera dejar un consejo al aire y llegaras a necesitarlo sería el siguiente: El mundo necesita personas valientes, que no les de miedo ser juzgados con tal de seguir una corazonada, vale la pena arriesgarse para buscar la felicidad laboral, ¿Tú qué prefieres, hacer lo correcto o seguir tus instintos?